martes, 6 de marzo de 2012

Nicolás Maduro gobernador de Carabobo?





                                       El canciller Nicolás Maduro es uno de los hombres más consolidados en torno a la figura del Presidente Hugo Chávez Frías, otros que pudieran integrar esta lista son su hermano Adán Chávez, y los líderes Diosdado Cabello y Elías Jaua. Su gestión en la Cancillería, se pudiera calificar de impecable, si evaluamos el significado que engloba representar la bandera venezolana, hoy por hoy ejemplo de libertad revolucionaria y lucha dentro del concierto de las naciones, ante los nuevos esquemas y apetencias de dominación por parte del neocolonialismo imperialista mundial.

                           Separar a un líder como Maduro de esa ala estratégica, y por lo demás vital de la Revolución, y colocarlo como candidato a la Gobernación de Carabobo, nos habla mucho que está en juego en las próximas elecciones Presidenciales del año 2012, y al mismo tiempo de lo que se buscará establecer tras la reconquista de la Gobernación de Carabobo.

            Quien se de a la tarea de revisar el accionar discursivo de Nicolás Maduro, desde el año 2007 a la fecha, de seguro encontrará entre sus constantes reflexiones, dos factores recurrentes, y que consideramos también lo serán dentro de la nueva perspectiva que se desarrollará en Carabobo, una vez su figura pase a liderizar la política revolucionaria de la región. 

APOCALIPTICOS E INTEGRADOS EN TIEMPOS DE REVOLUCION

                     El primer aspecto, apunta a romper de una vez por todas, el equilibrio que de manera perversa han generado esas dos fuerzas en permanente conflicto: Revolución, y contrarevolución, para las que podemos utilizar el concepto de “Apocalípticos e Integrados” utilizados para definir a los hombres objeto de banalidad y a los hombres como sujeto de trascendencia por Umberto Eco, pero que aplicado al proceso político, este equilibrio entre dos fuerzas opuestas en constante distensión, a largo plazo pudiera convertirse en el factor desconcentrante de éste o cualquier otro proceso revolucionario. Los apocalípticos abarcaría a los revolucionarios, fuerza emergente creadora e impulsiva, no conformista y propulsora del cambio y de los nuevos espacios de discusión, así como la revalorización del nuevo sujeto democrático legitimado a través de los movimientos sociales, representante de lo constituyente, y del pueblo organizado en torno a un modelo de sociedad democrática y socialista. Los integrados, serían aquellos que reagrupados tras la confrontación defienden su derecho a la resistencia al cambio, bregan por el sostenimiento de los viejos esquemas de la sociedad de clases y el estado burgués, y el sostenimiento de los pactos de las élites para explotar al pueblo y despojarlos de sus derechos. Actúan como agentes del poder capital y estimulan la formación de una masa predecible, manipulable, silenciosa y complaciente, representan lo constituido.

Desde hace tiempo Carabobo viene reclamando presencia de un líder con los suficientes atributos de conducción ideológica para servir como agente catalizador que acelere el rompimiento de ese falso equilibrio existente entre algunos gobiernos locales revolucionarios y el poder tradicional capitalista y negociador en pos de las prebendas y beneficios económicos que aún reposan en manos del Estado Burgués anquilosado, paternalista y burocrático, que se niega a la muerte.

                             Lamentablemente, las ejecutorias de gobiernos revolucionarios, en Carabobo, -hasta ahora-, se han visto disminuidos en el diseño y aplicación de políticas ideológicas. Una gestión puede ser muy efectiva en la ejecución de obras, pero si éstas discurren en esos colectivos sin un componente ideológico que les permita redimensionarse en su rol protagónico de cambio hacia un modelo democrático de participación, quedará la obra, pero siempre se verá disminuido su efecto multiplicador.

LA OBRA COMO MERCANCIA Y EL VOTO COMO FUERZA DE TRABAJO

             En los países de América Latina la mayoría de la población votante - cuyo grueso está conformada por sectores de escasos recursos- por condicionamiento mediático, identifican al acto de votar como un mero intercambio de beneficios. Es un viejo condicionamiento que vienen arrastrando desde los primeros gobiernos populistas, apuntalados por el recurso de una propaganda ampulosa y vacua. En Venezuela la democracia de la IV República nació y convivió, durante más de 40 años con el recurso de la dádiva, en los que se acostumbró al pueblo a buscar en toda acción política un trueque, generando el voto- recompensa. Sin duda, ese esquema de respuesta condicionada, voto-recompensa, ha conspirado en contra de que la mayoría del elector venezolano pocas veces votara por adhesión ideológica, sino por las posibles dádivas que pudiera retribuírsele por esa acción. Desde el plan de consolidación de los barrios de Wolfang Larrazabal (ficha militar de Acción Democrática), el primero que regaló bloques y planchas de zinc a cambio de votos, lo que amplió el cinturón de marginalidad en la ciudad de Caracas, a finales de los años 50. Práctica que luego sería adoptada en todas las capitales de estados, generando una presión migratoria artificial sobre el campesinado hacia los espacios urbanos. Cuarenta años después vemos como esta forma demagógica de conseguir votos, lo que hizo fue estimular un crecimiento distorsionado de los agentes de deuda social que hoy día se proyectan en los grandes sectores de pobreza crítica y marginalidad existentes. En este sentido, la Revolución Bolivariana, tiene una doble tarea: 1°. Solventar esa deuda social postergada y pervertida durante los 40 años del Puntofijismo. 2°. Erradicar esta condición alieneante, de falsa conciencia, del voto como inversión. Algo en lo que todavía no parecen estar maduros muchos de los que ejercen cargos de representación popular en nombre de la revolución. La obra pública entregada como recompensa a la acción de votar, lo que hace es perpetuar en lo político, el viejo esquema identificado por Marx, entre la relación alienante del sujeto - fuerza de trabajo y la mercancía: La obra pública en el esquema voto-inversión se convierte en una mercancía, un objeto de intercambio, y la acción de votar en la fuerza de trabajo. Lo que ayuda a perpetuar el esquema y valores del viejo estado burgués venezolano. “La burguesía impone un ritmo de creencias, debe reproducir un tipo de sociedad; se ha montado una sociedad estabilizada, desde el valor de cambio y desde el intercambio capitalista”. (Ludovico Silva).

                           En respuesta a lo anterior, la acción revolucionaria pasa por refundar lo comunitario, e insertarlo como propuesta dentro del nuevo modelo político del Socialismo del Siglo XXI, estableciendo así una nueva generación de valores que permitan al sujeto social identificar, sustentar y accionar la praxis de lo constituyente a través del poder popular y en pos de la construcción del ciudadano socialista, cuyo sustento ético estará fundamentado en principios que posibiliten la igualdad social, económica y cultural, de quien ya no ejercerá el voto supeditado a un intercambio oportunista, sino como una unidad de la voluntad activa y protagónica del pueblo. Para ello, uno de los primeros ladrillos que hay que colocar, es integrar el componente ideológico, el despertar de conciencias a la inversión social, aunque muchos alcaldes confunden, erráticamente, el accionar ideológico con colocar una valla como quien planta una bandera en un territorio conquistado, o ir con camisas rojas y decir que tal obra se hizo en nombre de la revolución, eso no basta, hay que ideologizar para refundar las conciencias y al hombre nuevo.

                               En Carabobo se abre una nueva brecha ante la posibilidad de elegir a Nicolás Maduro, como próximo gobernador de Carabobo, quien sin duda tiene claramente identificados los cambios que reclama la revolución en la región, donde el estamento oligarquía-estado burgués se mantiene vigente con toda su capacidad negociadora y envolvente. Ya es hora de que se impulse la transformación de naturaleza impositiva, dominante y, vertical en la sociedad horizontal sustentada en el poder ciudadano, única vía para trascender lo representativo y transformarse en el amplificador de lo democrático-participativo.

                      El pensador revolucionario dominicano Pedro Henriquez Ureña, en su libro La Utopía de América, indicó que América, significó en los siglos pasados, la esperanza de un mundo mejor. “América misma es, históricamente, utopía”. Henriquez Ureña, da reimpulso a los pensamientos de Miranda, Bolívar y Martí al señalar: “Si en América no han de fructificar utopías ¿dónde encontrarán asilo?”. Sobre lo que siempre se refirió a una necesidad de establecer un sistema de justicia social y libertad verdadera. “Nuestro papel en el “infierno social”, sería el de devolver a la utopía sus caracteres plenamente humanos y espirituales, impulsar las reformas sociales y económicas más allá de sus metas inmediatas, lograr que la emancipación económica “concuerde con la libertad perfecta del hombre individual y social”. La realización de nuestra utopía, la superación de la absurda organización económica –se refería al capitalismo y sociedad de clases-, del lastre de los prejuicios morales y sociales, dará nacimiento al hombre universal americano”.

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